A veces es buena idea pararse a contemplar la vista. Nos pasamos los días, las semanas, los meses, corriendo de rutina en rutina y parando sólo cuando los niños se van a la cama y a ti sólo te quedan fuerzas para arrastrarte hasta el libro de la mesita de noche y volver a quedarte dormido con la luz encendida.
Tal vez por eso y un par de detalles más me guste la navidad, por ese cambio de ritmo que te dan los días libres pero con el añadido de verte rodeado de tantas buenas intenciones... ¿Hipocresía? Bueno, ¿y qué? ¿Sobre qué se sustentan nuestras ambiciones secretas? ¿Cómo mantienes vivo ese sueño que te llevas repitiendo exactamente igual cada vez que sobrevives a las uvas en nochevieja?
Yo estas fiestas me he puesto el traje de Tony Montana y me he dado un paseo triunfal por las grandes mafias del séptimo arte. Me he comprado una recopilación en directo de Tom Petty & The Heartbreakers y otra de Mike Scott & The Waterboys. Me he jurado no proponerme nada para el año nuevo nunca más y he salido a correr con mi perro. Hoy tenemos agujetas por todo el cuerpo pero los sueños siguen intactos, ahí donde siempre para buscarlos con más ganas que nunca. A veces es bueno echar una mirada atrás, recordar dónde estamos y seguir tirando para adelante.
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