26 diciembre 2009

The Mother Road

There is no other road with so many dreams on it... Most of them probably broken, but that isn't what it counts in the land of hopes. When I first drove along it, I felt something special that will stay with me for the rest of my life, so I guess that's why everything related to the road itself (music, pictures...)means so much to me:
In the year 1956, President Dwight D. Eisenhower signed into law the National Interstate and Defense Highways Act which initiated the construction of 41,000 miles of interstate highways across America. As a result, many small towns that had once thrived along the famed east-west Route 66 were bypassed by the new high-speed Interstate 40. Faced with financial ruin, these small towns struggled to survive.
It's been the same with so many little towns all over the world, it's the price we have to pay to go faster. Joseph Conrad sketched it back in 1896 in his short story "An Outpost of Progress": progress is often one step forward and two steps back, don't you think so?
This true fact about forgotten towns along the road is recalled in the 2006 movie "Cars". I personally love the way Cars showed this bit of American history in an all-around fun movie suitable for all ages. As a matter of fact, it is a good ELT tool that students usually enjoy working with. Aside from history, they learn personal values and a couple of valuable lessons: life is a journey, not a destination... and GET YOUR KICKS ON ROUTE 66.


23 diciembre 2009

Malditos bastardos

Como me gustaría que esta entrada versara sobre cine, pero no. Vuelvo a describir bajo este título a la clase política en general, no tanto a ese puñado de imbéciles egoístas que aún piensan que lo de Copenhague era una reunión más para cenar con Obama como a los "quiero-y-no-puedo" que rigen cualquiera de las diputaciones provinciales de nuestro país. Los políticos, salvo raras (que no honrosas) excepciones, demuestran un desprecio por el ciudadano que raya la indiferencia. Salvo cuando hay que pegar carteles cada cuatro años, claro.
Resulta que el ayuntamiento de la magnífica villa en la que habito decidió hace un par de años administrar el cobro de los impuestos que antes se recaudaban a través de la diputación. Aparentemente, eso al ciudadano de a pie no tendría que afectarle lo más mínimo, pero hete aquí que los partidos que son mayoría no lucen las mismas siglas. Resumiendo el conflicto: que el espíritu francés de la cohabitación (que consiste en que el presidente de la República es de distinto color político que la Asamblea Nacional) no frecuenta estas latitudes ni por Navidad, y así nos va.
Por eso, por las discrepancias de unos cuantos soplagaitas burócratas que han pasado más tiempo ensayando el nudo de la corbata que preparándose realmente para ser políticos, yo tengo que pagar el IBI de este año con un recargo de más de cincuenta euros. Porque los unos deciden joder a los otros no cediéndoles los datos de contacto de los contribuyentes y, encima, nos envían los recibos cuando el plazo de pago voluntario ya ha expirado. Ellos se pelean y otros nos jodemos. Sólo me ha quedado el derecho a pataleta, que son estas líneas.