Este macizo es el Latok. Son cuatro imponentes picos en el corazón del Karakorum. No son los más altos pero están calificados de extrema dificultad técnica en el mundo del alpinismo. Bien lo sabían Óscar Pérez y Álvaro Novellón cuando iniciaron su expedición al Latok I el pasado mes de julio, pero nadie podía imaginar un final tan terrible, una impotencia tan grande, una jugada tan trágica de la montaña, del clima y del destino.
Habían hecho cumbre tras abrir una nueva ruta difícil en estilo alpino, es decir, llevando en su mochila todo lo necesario, sin poner cuerdas fijas, sin campamentos estables y sin la ayuda de porteadores. Es el alpinismo llevado al límite, cuando la vida también está al límite. Álvaro ha explicado que, mientras acometían el descenso, Óscar le advirtió de que negociaba con una sección de hielo podrido. Segundos después, escuchó su caída, lo encontró 40 metros por debajo de la arista, lo socorrió y, juntos, trataron de perder altura para remontar hasta la arista. Con una pierna y un brazo rotos, la tarea se tornó imposible para el herido, y ambos acordaron que lo mejor sería que Álvaro se desprendiese de todo su material para buscar ayuda. Óscar supo desde ése instante que la espera sería muy larga, aunque dentro de lo malo, se encontraba en el lado sur de la montaña, que goza de más horas de sol, lo que podría aliviar bastante su situación. «Sé que tardaré 10 o 12 días en volver a verte», dijo al despedirse de Novellón. Seguro que aguantó lo que pudo y más. Pero la montaña ha querido que Óscar no la deje nunca más.
El operativo de rescate, con Sebastián Álvaro a la cabeza, se ha empeñado en salvarlo hasta el final de sus fuerzas, jugando contra el tiempo y contra todo, convencidos de que eso mismo es lo que Óscar estaba haciendo allá arriba a 6.200 metros de altitud. Participaban varios montañeros españoles así como otros escaladores y porteadores expertos de Pakistán, EEUU y Canadá, pero el Club Peña Guara de Huesca tomó finalmente, tras once días de agónicos esfuerzos y de común acuerdo con Sebastián Álvaro y los alpinistas situados en el campo base del Latok II, la decisión de poner fin a las labores de rescate para evitar poner en peligro a los montañeros y ante las pocas probabilidades de encontrar a Óscar con vida.
Dicen los que lo conocían que Óscar Pérez ha sido un alpinista de raza, atrevido, valiente. Y, sobre todo, consciente de que siempre andaba al borde un abismo que podía acabar con su vida. Por eso tenía dicho en casa, a sus padres, a su hermana, a sus amigos como Álvaro Novellón, que no quería que nadie pusiera en peligro su vida por salvar la suya. Por eso, ahora lo importante es que todos los que han ido a intentar rescatarlo regresen, como él hubiera deseado, sanos y salvos.
Estos últimos angustiosos días he vivido el rescate de Óscar como algo propio, y la desazón, la impotencia y el dolor han terminado alojados en mi corazón y en mi mente. Parece mentira que un lugar de la tierra pueda resultar tan inaccesible cuando es tan necesario llegar hasta allí. He soñado con las horas de su familia, de su compañero Álvaro tras dejar a su amigo en una pequeña repisa de la montaña con dos sacos de dormir, algo de alimento y un hornillo con dos cartuchos de gas. Y he imaginado el último atardecer de Óscar en aquella maldita pared del Latok II, sin sufrimiento, sin pena, feliz, con los suyos en el recuerdo.
Dicen los que lo conocían que Óscar Pérez ha sido un alpinista de raza, atrevido, valiente. Y, sobre todo, consciente de que siempre andaba al borde un abismo que podía acabar con su vida. Por eso tenía dicho en casa, a sus padres, a su hermana, a sus amigos como Álvaro Novellón, que no quería que nadie pusiera en peligro su vida por salvar la suya. Por eso, ahora lo importante es que todos los que han ido a intentar rescatarlo regresen, como él hubiera deseado, sanos y salvos.
Estos últimos angustiosos días he vivido el rescate de Óscar como algo propio, y la desazón, la impotencia y el dolor han terminado alojados en mi corazón y en mi mente. Parece mentira que un lugar de la tierra pueda resultar tan inaccesible cuando es tan necesario llegar hasta allí. He soñado con las horas de su familia, de su compañero Álvaro tras dejar a su amigo en una pequeña repisa de la montaña con dos sacos de dormir, algo de alimento y un hornillo con dos cartuchos de gas. Y he imaginado el último atardecer de Óscar en aquella maldita pared del Latok II, sin sufrimiento, sin pena, feliz, con los suyos en el recuerdo.
La época de escalada y montañismo de la zona del Karakórum ya ha concluido a causa de los cambios meteorológicos y no se retomará hasta abril o mayo del próximo año. Broad Peak, Gasherbrum, K2, Everest... Cualquier alpinista sabe que ninguna montaña te pertenece hasta que no has regresado al campo base. Por eso sabemos que el alma de Óscar Pérez pertenece ya al Latok II.
D.E.P. Óscar Pérez.
3 comentarios:
Muy bueno tu post y merecido en la memoria para este conquistador de cimas,me ha gustado mucho la foto de cabecera de tu blog,sacada de mi pelicula preferida del año pasado."into The wild".
Saludos
Pasate por mi blog ,si te apetece
Por cierto me he echo seguidor,pasare por aqui mas veces.
Saludos
Seguramente la union que debio sentir Oscar Perez con la montaña debe ser una sensacion que solo solo podria explicar aquel ya no puede hacerlo. Ahora todo el animo del mundo a los compañeros del alpinista que ahora cada vez que hagan una nueva cumbre tendran un extra de fuerza en sus piernas, brazos y cabeza que les dara Oscar desde algun sitio.
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